Cinco colores para identificar los alimentos más y menos saludables

La ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, María Luis Carcedo, ha anunciado hoy la implantación en alimentos y bebidas de un logotipo de cinco colores, para facilitar al ciudadano información precisa sobre la calidad nutricional del producto.

Este etiquetado frontal, conocido como Nutriscore, se empezará a ver en los supermercados en breve, ya que las empresas están empezando a adoptarlo de forma voluntaria, si bien la medida será obligatoria dentro de un año, el plazo en que estará aprobado el real decreto.

Carcedo ha hecho este anuncio durante la entrega de los XII Premios Estrategia Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad (Naos), en un acto en el que ha avanzado también que se limitará la publicidad de los alimentos poco saludables dirigida a menores de 15 años mediante una reforma del código PAOS de autorregulación de publicidad.

El código de cinco colores, que ya está implantado en Francia y en breve lo estará en Bélgica y Portugal, consiste en un gráfico con coloración gradual del verde al rojo en cinco niveles al estilo de un semáforo y cada producto destacará el color que le corresponda en función de su contenido en azúcares, grasas saturadas, sal, calorías, fibra y proteínas.

E consumidor cada día es más exigente y minucioso con lo que come, pues la amenaza de la obesidad no cesa. Sin embargo, las prisas ahogan y al llegar al supermercado resulta complicado mirar con paciencia el detalle del etiquetado para escoger el producto más saludable. Una de las soluciones a esto pasa por implantar el llamado etiquetado frontal, bajo la premisa de ser claro e intuitivo gracias al uso de los colores del semáforo que a simple vista permiten intuir si un producto es más o menos conveniente.

Las autoridades ya se han puesto manos a la obra y la Comisión Europea debate estos días sobre cuál debe ser el modelo más adecuado de clasificación delantera de los alimentos que los estados miembros pueden adoptar de forma voluntaria, lo que dará como resultado un informe que previsiblemente estará sobre la mesa en el primer trimestre del 2019 y que servirá de guía para que los países se suban al carro de informar mejor al consumidor.

España todavía no se ha posicionado ante cuál es el tipo de etiqueta frontal más adecuada, pero las cosas ya se están moviendo en el sector. Esta semana cinco gigantes de la industria alimentaria han presentado en nuestro país su propio modelo de «semáforo nutricional» denominado Etiquetado Nutricional Evolucionado (ENL, por sus siglas en inglés) y que, según sus impulsores, comenzará a verse de forma progresiva a finales de 2018 en los lineales de los supermercados. En concreto, esta alternativa imprime de forma muy visible la información detallada de los ingredientes más decisivos en cuanto a la salud, es decir, grasas, grasas saturadas, azúcares y sal de cada producto acompañada del color verde, amarillo o rojo en función de si su contenido en estos nutrientes es bajo, medio o alto en cada porción recomendada. «Hemos optado por esta alternativa porque, según una encuesta realizada a 3.500 consumidores europeos, el 93% de ellos prefiere la etiqueta con código de colores en comparación con la monocromática actual y se ha decidido medir en función de la ración recomendada porque también la mayoría de los usuarios prefiere esta opción frente a la medida de 100gr o 100 ml. Creemos que es lo más cómodo para el consumidor, que no va al supermercado con una calculadora. Se trata de cuantificar cuánto comes de una cosa u otra en cada ración, y no en el paquete entero», asegura Ricardo Hernández, director de Comunicación Corporativa de Mondelez.

Pero esta decisión viene acompañada de polémica. El quid de la cuestión está en si la determinación de los colores debe realizarse por raciones recomendadas o por 100 gramos, pues se trata de un matiz que genera desconfianza entre los profesionales de la Nutrición y las organizaciones de consumidores. De hecho, ambos coinciden en que «el tamaño de las raciones no está estandarizado ni tiene una base científica; las porciones que aparecen en los envases son sugeridas por los fabricantes que no se ajustan a las necesidades de los consumidores», advierte Ileana Izverniceanu, portavoz de la Organización de Consumidores y Usuarios, OCU. En este sentido, Manuel Moñino, delegado del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas en la Federación Europea de Profesionales, asegura que «la etiqueta más fiable es aquella que determina el color en función de los 100 gramos de producto, tal y como avala la Organización Mundial de la Salud. Ese modelo, denominado Nutri-Score, es el que ha implantado Francia y que ha comenzado a utilizar el Grupo Eroski. En concreto, atribuye puntos de forma gradual según la composición global del producto por 100gr del alimento, clasificándolos con cinco letras asociadas a otros tantos colores que van desde el verde oscuro hasta el rojo oscuro, de manera que la letra A y B determinan el alimento más saludable, mientras que las letras D y E en tonos rojos definen el de peor calidad nutricional».

En este sentido, Alberto Vega, director de Relaciones Institucionales de Nestlé, hace hincapié en que «un comité de científicos independientes de cinco universidades europeas ha trabajado en la definición de los tamaños de porción real de las 11 categorías de producto que emplearán la etiqueta ENL (cereales de desayuno, pasteles, quesos, chocolate, helado, margarina, mayonesa, snacks salados, golosinas, cremas para untar y galletas dulces). De hecho, no se observan cambios significativos en Europa sobre la cantidad que ingerimos en cada porción, aunque lo que sí cambia por países es el número de veces que comemos un producto». A pesar de todo ello, José María Ferrer, responsable del departamento de Legislación de Ainia Centro Tecnológico, asegura que «la clave no reside tanto en si damos la información por ración o por gramos, sino que dicha información sea válida, es decir, que sea veraz y rigurosa, a la vez que útil para el consumidor y fácil de interpretar».

Actualmente, la etiqueta frontal es un sistema voluntario que los estados europeos pueden utilizar o no, «a pesar de que la OMS lo recomienda para que la ciudadanía tome un papel activo en la prevención de enfermedades crónicas como la obesidad, determinados tipos de cáncer, patologías cardiovasculares y diabetes, entre otras», recuerda Moñino. De hecho, los consumidores abogan porque «si se decide un determinado modelo, éste debería ser obligatorio y uniforme en toda la Unión Europea, ya que además serviría de desencadenante para mejorar la formulación de los productos, pues los fabricantes disminuirían el contenido en ciertos nutrientes para que su etiqueta salga mejor en la foto», asegura la portavoz de OCU.

La tecnología será el gran aliado de las etiquetas del futuro. «Estudios realizados nos muestran que cerca del 70-80% de los ‘‘millennials’’ quiere conocer más sobre cómo se producen sus alimentos. Por ello apostamos por el uso del ‘‘blockchain’’ y su incorporación en el etiquetado para que nos de información sobre la trazabilidad del producto. La gran ventaja es que son firmas digitales que no se pueden modificar y dan seguridad al consumidor. Luego existen las etiquetas inteligentes que mediante micropartículas informan del estado de frescura del producto y así frenar el desperdicio de los alimentos, o incluso ya se habla de imprimir etiquetas en la piel de frutas y verduras mediante tecnología de láser para evitar las pérdidas de las autoadhesivas o de la generación de packaging innecesario», explica Pedro L. Prieto-Hontoria, gerente de Innovación en Fresh Business Food & Nutrition.

En cualquier caso, tal y como recuerda Moñino, «el etiquetado frontal será decisivo para elegir bien entre los productos envasados, pero el consumidor no debe olvidar que la opción más saludable siempre pasa por los alimentos frescos y naturales como frutas, verduras, legumbres, frutos secos… Por lo tanto, no hay que caer en el error de centrar la dieta en los alimentos con símbolos verdes».

Source: La Razon

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