El hombre que venció el cáncer que "devora los huesos" ayudado por meditación

Víctor Tolosa es reportero de espectáculos, tiene 57 años y los últimos diez los ha pasado conviviendo con las secuelas del mieloma múltiple, «un cáncer que devora los huesos» y que logró vencer con 151 quimioterapias, y también gracias a la meditación.

El hombre que venció el cáncer que "devora los huesos" ayudado por meditación

El trabajo mental y espiritual resultó esencial para Víctor, quien relató a Efe que tuvo que hacer un ejercicio de perdón tanto consigo mismo como con el resto del mundo, algo que compaginó con la meditación, «una medicina única» que le dio «una calma brutal» y que le permitió hablar cara a cara con sus propios demonios.

«La meditación me ha llevado a observar mi vida cada segundo. En el momento que he tenido el cáncer, hablaba con el cáncer, le decía ‘Salte de mi cuerpo porque no tengo tiempo para atenderte’. Me hice amigo de él pero, así como él entró sin pedir permiso, le di la puñalada trapera por la espalda y le vencí», cuenta emocionado.

Tal fue la convicción de Víctor que, cuando se enteró de que tenía la enfermedad se dijo: «Este cáncer va a salir de mi cuerpo».

Y así fue, un año después de que el tumor le atacara a sus 47 años -algo poco usual ya que el mieloma múltiple suele aparecer a partir de los 65 años- Víctor sacó al cáncer de su cuerpo.

Pero ello no impidió que la enfermedad castigara severamente su cuerpo, pues la peculiar manera de atacar de este cáncer es corroer los huesos.

«El cáncer me comió la lumbar número cuatro, hizo un orificio que creció tanto que afectó a la lumbar número tres, por eso me inyectaron cemento. Me comió la mitad del coxis, los fémures, 4 costillas del lado derecho, 3 costillas del lado izquierdo, huesos de la pierna y de la rodilla», explica.

Estos estragos han obligado a Víctor a tomar morfina cada ocho horas para aliviar «uno de los dolores más horribles que puede sentir un ser humano».

«El dolor que te da es como si agarraras un lápiz y lo rompieras», compara para luego contar que tuvo la fortuna de no haber pasado nunca por la silla de ruedas, algo que les ocurre a muchos pacientes de mieloma múltiple.

La historia de Víctor con este cáncer comenzó en 2008, con un «chipotito», un pequeño bulto que brotó sobre su sien.

Al acudir al médico general se pensó que era una bolita de grasa, diagnóstico que fue mutando al pasar por diferentes doctores hasta que llegó a manos de Ramiro Espinoza, hematólogo del Instituto Nacional de Cancerología (Incan), quien le trató el mieloma.

Según contó a Efe el doctor Espinoza, el tumor actúa sobre las células plasmáticas, que están ubicadas en la médula ósea, que abarca todos los huesos.

«La columna, las costillas, el esternón, las pelvis, partes superiores de los brazos las caderas, donde más médula ósea tenemos y, por lo tanto, donde suceden más ese tipo de eventos», precisa.

Con el mieloma, las células comienzan a romper el ciclo natural de todo ser vivo: nacer, crecer, reproducirse y morir.

La primera célula cancerígena es la que origina todo y subvierte paradigmas en el cuerpo humano, pues en lugar de reproducirse y morir «se clona a una velocidad extraordinaria».

Así, la médula ósea queda plagada de células malignas de mieloma múltiple «sustituyendo la función de las células normales que se encuentran ahí y que se dedican a mantener nuestros huesos sanos y fuertes». De este modo, se vuelven frágiles y quebradizos.

Los tratamientos para esta enfermedad son extremadamente caros, por lo que algunos médicos del Incan, junto con el propio Víctor, están impulsando una iniciativa para que se incluya en el Seguro Popular esta enfermedad.

«Hicimos un equipo para que esta enfermedad sea visible y sea de esas enfermedades de gasto catastrófico y que debe ser subsidiada», cuenta Espinoza.

Víctor se considera una persona afortunada por haber derrotado una enfermedad que, si bien desaparece, siempre está latente la posibilidad de que pueda volver a aparecer, incluso de manera más hostil.

A día de hoy, Víctor extraña «hacer entrevistas, poder viajar, poder caminar rápido», así como salir a correr o ir al cine.

No obstante, también agradece lo que aprendió por su enfermedad, diciéndose cada día «yo amo, perdono y olvido», una suerte de mantra que le ha «mantenido con vida los últimos diez años».

EFE/OS

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Source: Informe21

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