Trastornados por la comida

Sentarse a la mesa se ha convertido en un quebradero de cabeza. Y no tanto por el pánico a la báscula –que también– sino por miedo a perder la salud con cada mordisco. Las listas de alimentos proscritos nos inundan, el gluten es el nuevo satán y el aceite de palma ya es un eufemismo para cianuro. La carne roja, ni probarla, y del azúcar mejor ni hablamos. Todo esto aderezado con infinidad de programas de cocina, realities varios y sonrientes cocineros en las portadas de las revistas (que antes ocupaban las estrellas de cine) obliga a altas dosis de resiliencia para meterse en la cocina o hacer la compra. Nos entra estrés sólo de pensarlo.

Si dejamos de lado tanto estímulo y echamos un vistazo a las cifras crudas nos damos cuenta de que no hay motivo para perder los papeles. Según el «Informe del consumo de alimentación en España 2017» que acaba de hacer público el Ministerio de Industria, nuestros hábitos no están mal y mejoran respecto a años anteriores en verdades absolutas del tipo de que es bueno comer más legumbres, beber más agua o desayunar en casa. Es verdad que hemos aumentado el consumo de comidas preparadas, pero también lo es que ya no desayunamos como si merendáramos y hemos ido introduciendo y, sobre todo, asimilando que tomar proteínas y fruta por la mañana nos sienta bien.

Otra de las costumbres importadas que está funcionando en España es el hecho de que no hay que comer todos los días como si estuviéramos en una boda, con primero, segundo y postre. Ha calado el concepto de compartir entradas no solo en un restaurante y los guisos más elaborados dejan paso a las carnes o los pescados a la plancha o al vapor. Los cinco alimentos top son, por este orden: ensalada verde, pizza, pechuga de pollo, lentejas y sopa de pasta. Y la compra nos sigue gustando hacerla en persona: el volumen del comercio online para adquirir alimentos en nuestro país apenas supera el uno por ciento.

En nuestro favor diremos que en 2017 hemos subido el consumo de legumbres casi en un cinco por ciento y el deporte ha aumentado exponencialmente. Podemos, pues, quitarnos la obsesión por el glutamato monosódico y comer tranquilos.

Source: La Razon

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