El 24% de las personas hospitalizadas sufre desnutrición

A pesar del alto impacto que tiene la desnutrición en la calidad de vida de una persona, se trata de un problema infradiagnosticado en nuestro país. Las cifras son concluyentes: en España, uno de cada cuatro pacientes hospitalizados está en riesgo de desnutrición o desnutrido (23,7%), y este porcentaje aumenta al 37% entre los mayores de 70 años, afectando a pacientes con enfermedades neoplásicas (35%), del sistema cardiocirculatorio (29%) y respiratorio (28%), según datos del estudio Predyces y que se desgranó en el X Congreso Nacional de Atención Sanitaria al Paciente Crónico celebrado el pasado viernes en Zaragoza.

La desnutrición pasa factura en la salud de los enfermos, ya que «dificulta la cicatrización de las heridas, aumenta las infecciones y complicaciones, como por ejemplo que el paciente tarde más tiempo en levantarse de la cama, con lo cual aumenta la mortalidad total, las necesidades de tratamiento (sueros, antibióticos, etc.) y los costes (estimado en un 50% más por paciente, lo que equivale a una media de 6.000 euros). Pero sobre todo, que un paciente se desnutra en el hospital o en una residencia de ancianos empeora su calidad de vida», asegura Juana Carretero, secretaria general de la Sociedad Española de Medicina Interna.

Para poner freno a estas cifras, «resulta fundamental concienciar a los profesionales implicados en la atención a los pacientes sobre la detección y prevención de la desnutrición en personas de riesgo. Para ello, en cada nivel asistencial deben existir protocolos de actuación, test de valoración del riesgo, valoración de la ingesta, saber qué come el paciente y dónde come, quién compra y hace la comida, detección de la disfagia, etc. Y una vez que el paciente está en el hospital, es necesario tener un seguimiento y control que evite que sufra desnutrición derivada de las actuaciones médicas durante su estancia en el centro hospitalario o residencia», explica Carretero.

En este sentido, existen múltiples variables que pueden ser señales de desnutrición, «pero ninguno de éstos aisladamente es capaz de diagnosticarla», matiza Néstor Benítez, miembro del Comité Asesor del Consejo General de Dietistas-Nutricionistas, quien añade que «en general, los parámetros más usados son las proteínas plasmáticas y la albúmina, las cuales permiten orientar hacia una desnutrición proteica. Pero también se pueden usar otras medidas como el índice de masa corporal (IMC), niveles de colesterol, linfocitos o triglicéridos».

Una vez que aparece la desnutrición, entendida como una situación clínica provocada por un déficit de nutrientes, «la alimentación puede revertir esa situación, pero la dieta que debe seguir cada paciente tiene que ser individualizada, en función de otras patologías», confirma Benítez, quien detalla que «por ejemplo, si se trata de una desnutrición de tipo calórica, es decir, donde el individuo tiene una escasez de energía y ha perdido peso, sería conveniente intentar realizar un tipo de dieta más calórica. En cambio, si existe desnutrición proteica, es decir, predomina una pérdida de masa muscular, sería más interesante incidir en un consumo óptimo de proteínas donde éstas estuvieran enriquecidas. Ante una desnutrición calórica-proteica, es decir, una combinación de ambas, habría que realizar una ingesta donde se completen las dos situaciones anteriores. Y en cualquier caso, siempre será mejor incorporar alimentos frescos, de temporada a aquellos procesados que no van a aportar beneficios».

Para mejorar el tratamiento de estos pacientes, los expertos coinciden en afirmar que hace falta más implicación médica. «La formación en materia de nutrición y dietética es escasa en los profesionales sanitarios, de ahí que cada vez sea más importante contar con equipos multidisciplinares en los que exista la figura del dietista-nutricionista», concluye Benítez.

Source: La Razon

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